martes, 2 de diciembre de 2008

NAVIDAD Y AÑO NUEVO

Navidad y Año Nuevo




Qué todos los pueblos del mundo
se unan en un solo grito de libertad
para que nadie sufra de lealtad.

Qué todas las razas humanas
compartan al unísono su pan
para que sus cuerpos y almas sean sanas.

Qué todas las lenguas del hombre
sean puras para no confundir la esperanza
en los campos, ciudades, selvas, mares y cumbre.

Qué la tierra y el hombre
sea una sola para convivir sin odios
desyerbando los perjuicios.

Qué los niños con sus risas
aplaudan al hombre del saber
para que jueguen sanamente en sus vidas.

Qué las mujeres no dejen de criar hijos
para que los hombres sean más honestos
y amen con respeto a sus mujeres.

Qué la juventud proteja sus ideales
para que el mundo sea el porvenir de duendes
y pueda construir un mundo más justo.

Qué el hombre sea el maestro del mundo
para que nadie produzca para vivir el miedo
y se pueda desplazar por la naturaleza sin la muerte.


Buenos Aires 2 de Diciembre de 2008
José Ignacio Samacá Hernández

viernes, 31 de octubre de 2008

MUJERES AMAZONAS

Mujeres Amazonas

En la intrepidez de las montañas
donde se forman abismos y pedregullos,
vuelan cóndores, se forma la estepa, y pastan venados;
ya no hay Robin Hood
que galopando con sus caballos
y protegidos de sus herraduras
avanzaron gloriosos a campo traviesa
para socorrer a los pueblos.

En la intrepidez de las montañas
donde el volcán es furioso
y de su lava brota mineral precioso;
ahora son mujeres amazonas
que cabalgan sobre sus briosos corceles,
que calzan herraduras de oro
y aseguradas con clavos de esmeralda;
van atravesando campos sembrados de laurel,
socorriendo al hombre para que deje de ser cruel
ante su semejante que le da la espalda
y prefiere morir en las derrotas.

Buenos Aires 30 de Octubre de 2008
José Ignacio Samacá Hernández

IV Capítulo de La primavera parecía eterna

IV

La primavera parecía eterna
y miró placentera por la ventana
con tus ojos de esmeralda
y tus rizos dorados
todas las distancias de la tarde ida,
mientras tus manos adoradas
arrullan tu hijo adormilado
que bebe con apetito tus pechos blancos
para calmar la sed y el hambre
de tan heredero hombre,
que con sonrisas
calman y dan valor a la primavera,
para que los días venideros
sean primaveras eternas
y siglos henchidos de gloria y paz.

La primavera parecía eterna
y se poso sobre tus ojos de azabache
y tus cabellos enraizados de negro,
que la misma noche
quiso que fuera estrella
para adornar tu trabajo
que vas tejiendo con tus dedos laboriosos,
y susurrando bajo tus caderas,
ensanchadas por tu hijo
vas moldeando las tierras cienas.

La primavera parecía eterna
y en los campos y selvas
campesinas e indígenas
con su piel dorada por el sol
amamantaban sus crías
como si fueran sus herederas;
mientras sus manos tejedoras de abrigos
y amasadoras de panes tostados
formaban la producción del maná
para el sustento diario de los pueblos
que sin embargo ellos, profanaban sus campos

La primavera parecía eterna
y su juvenil cintura
era la flor en retoño,
era la rosa sin desprender del tallo
y todo tu talle
lo aclamaban los jóvenes,
pero nadie sabía el secreto
de romper el hechizo
para que primavera despertara
de su sueño eterno;
sin embargo un valiente soñador
tocó su sinfonía en oboe,
hasta que la rosa maduró
y cayó despierta sobre la naturaleza
y pronto germinó madreselvas
con diminutas rosas
que hicieron que la primavera pareciera eterna.

La primavera parecía eterna
y tus cabellos eran cascadas de lluvia plateada
que caían sobre tus hombres de plata
y me hicieron doblegar para besar tu boca de quina
tus manos de rubíes
y tus pechos zafiros
que extraídos de tu cuerpo esbelto
forman la mina más preciada
de mi larga vida con alma
que como yacimientos aluviales
eres mi diamante en bruto
y mi cuarzo en esmeralda;
que tallo inagotablemente hasta volverte humana
para profundizar la prominente tierra
que clama paz y no guerra;
que busca pan y no armas,
que engendra hijos y no simios
y muere como si la primavera fuera eterna.


Buenos Aires 28 de Octubre de 2008
José Ignacio Samacá hernández

jueves, 25 de septiembre de 2008

III Capítulo de La primavera parecía eterna

III Capítulo de La primavera parecía eterna

La primavera parecía eterna
y cuando la noche desparramó sus alas cetrinas
se recostó en su morada,
quedando en un profundo sueño
y se remontó a los sitios sin dueño,
para ver la solitaria tierra,
y al hombre desplazado y atemorizado.
caminando errante como Ulises.

La primavera parecía eterna
y en sus sueños divisó otro planeta
donde veía que al ser humano
se lo valoraba como la principal joya del mundo;
y todos tos hombres sembraban la tierra fértil;
unos araban, otros ordeñaban el ganado,
otros sembraban la semilla productiva;
todos eran arquitectos de sus propias vidas,
sin pretender ser panegíricos.

La primavera parecía eterna
y vio que en el planeta tierra,
los hombres eran expertos en encontrar problemas a las soluciones;
erraban continuamente en sus proyectos
como si no existiera la memoria
para poder fabricar la bonanza
que añoraban en diatribas,
o sin poder encontrar el hilo a la madeja
que se volvía en embrollo.

La primavera parecía eterna
y en aquel planeta vio
que no eran aburridos
porque el ruido de los niños era alegre;
y sus padres tenían buenos humores
mientras trabajaban sus respectivos oficios
que los harían más honestos,
construyendo su carácter y talante
para jamás olvidar y ampliar el capital humano.

La primavera parecía eterna
y en el globo terráqueo vio
que se expandía la iniquidad;
con el polo norte con modernidad
y el polo sur con el más irreal regazo;
los más osados tomaban tierras,
mataban humanos como ganado
y se humillaban como sarna
y nadie se hizo responsable de lo que violó.


La primavera parecía eterna
y en el planeta tierra
los hombres que fallaban en la siembra del poder
los enviaban sus semejantes a explorar otros planetas;
pero los otros planetas lo rechazaban porque en aquel planeta
no aceptaban fabricantes de fechorías
y de tanto cavilar y cavilar el hombre en la luna
sus sesos explotaban
y de esta forma no germinar en otros planetas.

La primavera parecía eterna
y vio en aquel planeta
que el estado protegía, educaba,
a cada uno de sus habitantes;
para que estudiaran la ciencia del saber,
y poner fin a los males de la humanidad
y de esta forma la bravura de la naturaleza
con el esplendor del capital humano
la primavera parecía eterna.


José Ignacio Samacá Hernández
Buenos Aires 25 de Septiembre de 2008

miércoles, 6 de agosto de 2008

LA PRIMAVERA PARECÍA ETERNA

LA PRIMAVERA PARECÍA ETERNA

La primavera parecía eterna
su corazón de oro,
lo mismo que sus cabellos dorados
con sus ojos de esmeralda,
se quedaron dormidos
y parecían desprendidos
de soles desgarrados por el viento primaveral.

La primavera parecía eterna
y su corazón quedó prendido al mío,
y ya el susurro de los vientos
iban y venían como olas de mar,
y en su transparente aire
viajaban las esperanzas,
sobre mi herido corazón.

La primavera parecía eterna
y su risa parecían mascaras sonrosadas
que jugaban con el cuarto creciente,
de la luna estacionada.

La primavera parecía eterna;
ya nadie se entristeció por nada
y fueron creciendo los arreboles del día
como una manta enverdecida por el musgo
y los montes eran verdes como el limón
y los pájaros atraídos por las flores
bebieron los néctares de sus corolas
y fueron germinando en cada espacio de la tierra
con sus vuelos florecidos.

La primavera parecía eterna
y no se veían niños tristes
porque de sus bolsillos
sacaban bolitas de cristal,
trompos, tapas de gaseosas
como si fueran magos
y jugaban a la rayuela;
a las escondidas, a los cinco huecos
y corrían por el oriente,
por occidente y por el sur
sin que nadie entorpeciera
sus risas juguetonas.

La primavera parecía eterna
que resolvió recostarse sobre la luna
y permaneció inmóvil frente al espejo de la noche
para que por todos sus costados
aparecieran lunitas consentidas
y fueran desfilando sobre los techos de las casas
que a esa hora dormían por la luna.

La primavera parecía eterna
porque los zorros se volvieron trabajadores de la tierra;
los lobos a pesar de su ferocidad
cultivaron trigales y arboles frutales;
los tigres fueron más tigres
trillando la harina para el pan;
los leones más rugientes,
que hasta refinaron los vientos con sus sonidos;
para que no estuvieran contaminados;
los gorilas supieron emplear su fuerza
para construir caminos y casas
dignas para el ser humano;
la serpiente entregó su veneno a la ciencia
para producir el remedio que curaba todos los males
y de esta forma no había humanos enfermos.

La primavera parecía eterna
que los hombres se olvidaron del mal
y solo conocían el bien.


Buenos Aires 30 de Julio de 2008
Por: José Ignacio Samacá Hernández



II


La primavera parecía eterna
mientras tanto en la selva húmeda
los gritos desgarrados de una Amazona
eran callados por una ráfaga de bala
y la sangre se confundió con una hondonada
que se perdió en la extensa llanura.

La primavera parecía eterna
que el único espacio en los aires
no se atraganto de helicópteros mortuorios
ni de pájaros mortecinos;
para que nadie llorara sus lamentos
ni alegrara sus poderes
con la sangre de sus propios hermanos.

La primavera parecía eterna,
allá en las enmarañadas selvas
donde los árboles vierten sangre
en vez de savia para curar la peste;
y los hombres vuelvan a sus chozas
con la fiebre del odio y la venganza
y vaciarla ante su raza.

La primavera parecía eterna
y de las sombras de la noche,
se formaron fusiles fosforescentes
para implantar hojas en forma de lanzas,
que fueron creciendo como lágrimas
para transformarse en ríos de leche
que surcaron la gloria de los limites.

La primavera parecía eterna
que no hubo montes desplazados
ni nubes desplegadas;
y hubo muchas fuentes de agua cristalina
y árboles con frutos
y Amazonas amamantando sus criaturas
para no sufrir el calvario del hombre globalizado.

La primavera parecía eterna
y los astros jugaron a ser Dioses
y destruyeron selvas
para que los animales salvajes
creyeran que eran poderosos y dignos,
de cada una de las estrellas
que adorna el firmamento.

La primavera parecía eterna
y se llamó cerros verdes
selvas llaneras, mares soleados
cumbres borrascosas, cielos abiertos
tempestades curativas, sierras maestras
nevados adormilados, ríos de Amazonas
fauna y flora en expansión,
y hombres muertos de terror.


La primavera parecía eterna
y las aves volaron en bandadas
con sus plumas blancas como el mar;
apacibles como el susurro de los ríos
y en sus picos llevaban a los hombres,
el laurel para salvarlos de la muerte,
sin embargo dispararon contra ellas
por el ardor de sus estómagos vacíos,
que los hizo traicionar la paz


Buenos Aires, 6 de Agosto de 2008
José Ignacio Samacá Hernández

Aparecen en mi blog de el CLARIN de Buenos Aires

martes, 20 de mayo de 2008

¡AH! MISERIA HUMANA

¡AH MISERIA HUMANA!

¡Ah miseria humana!
que te desplazas
en carruajes luctuosos;
prefiriendo que tu motor se deslice
con poder humillante;
antes que ver a tus ocupantes
como la especie humana protegida.

¡Ah! Miseria humana
que enarbolas la bandera
de la niñez famélica
antes que ver a los descendientes
como los herederos de los bienes terrenales.

¡Ah! Miseria humana
más te hubiera nacido
en el planeta Limbo
para no destruir la raza humana
que se ufana por desterrarte
de los cuatro vientos cardinales.

Ignacio Samacá
Buenos Aires, mayo 19 de 2008

viernes, 16 de mayo de 2008

MI PLUMA DE ORO

Yo la quería de oro
de oro no de barro
la había fabricado mi amigo
en su campo adornado de mar.

Mi pluma de oro
vertía letras de oro
con su punta en filigrana
y en su ancha esfera
tenía grabado una flor de lis.

Mi pluma de oro
de pronto quedó quieta
como si fuera de barro
y se fue desmoronando con el aire.

No valió cambiar su mina con tinta de oro
no valió reparar sus grietas profundas
por los golpes en su largo tiempo de uso.

Ignacio Samacá
Buenos Aires 6 de Febrero de 2008





EL ALFARERO


La tierra color terracota
va moldeándose entre dedos
como si estos tuvieran la dirección correcta
para transformar la arcilla
en diferentes figuras antropomorfas.


Dedos ligeros y pensativos,
dedos callosos por los trabajos
que finalmente son artesanos
para regocijo de los seres vivos.

Ignacio Samacá
Buenos Aires 29 de febrero de 2008






JUEGO DE AJEDREZ


Juego de ajedrez
si fueran reales tus movimientos
el tablero podría ser simple agüero.

Juego de armas
si fueran solo almas
de tintas blancas y negras
no jugarían a tan peligrosas reglas.

Juegos de humanos
tomados de las manos
seremos buenos amigos
como semillas de naranjos.

Juegos ideales
derramando sangre en el tablero
buscando el poder del odio
sin mirar el despojo de sus soldados
que caen abarrotados por una lanza
que fue y será la punta del hambre humana.

Ignacio Samacá
Buenos Aires 19 de marzo de 2008





¡¡¡IMPRIMAN!!!

Imprenta de ébano y esmeralda
Parecido al caballo de las mil y una noche
Que el pueblo mira absorto su derroche
Y mis ojos buscan la llave millonada
Para hacerla volar por entre letras étnicas.

Imprenta de Gutenberg
Y del hombre actual
Sea generosa con mi pluma dual
E impriman mis letras étnicas
Para orientar las generaciones éticas.

Impriman el corazón de una mujer
Impriman la alegría y el dolor humano
Impriman la guerra y la paz de aquí y allá
Impriman la destrucción y muerte
Que el hombre produce de su propia mente.

¡¡¡IMPRIMAN!!!

José Ignacio Samacá Hernández
Buenos Aires 12 de mayo de 2008

viernes, 11 de abril de 2008

DEDOS ÍNDICES

DEDOS ÍNDICES




Dedos índices que indican el firmamento
acaparando los símbolos del tacto
donde se dirige para indagar el pensamiento
ya sea honesto o deshonesto.

Dedos índices que tocan corazones débiles
como también muestra las almas crueles
que no tienen sangre en sus corazones
y derraman gratuitamente la de los hermanos fieles.

Dedos índices que juzgan
las manos que engañan
y hacen brotar gotas que envenenan
las venas populares que desangran.

Dedos índices que se levantan como espadas;
cortan infinidad de venas rojas,
acallando gritos desgarrados de damas
como si pidieran clemencia a sus vidas.

Dedos índices que Don Quijote lamentó
al ver en el horizonte los molinos de viento
y que Sancho con alarma refutó
y sin embargo eran los gigantes del tormento.

Dedos índices de jueces
que están agarrotados por las sirenas de los mares
y por eso son estériles
para indagar las almas llenas de males.

Dedos índices que hacen justicia
para que la naturaleza resplandezca cada día
y los hombres del mundo puedan vivir sin la inercia
y estar buscando enemigos en su genealogía.


Buenos Aires, 9 de Abril del 2008
Ignacio Samacá Hernández