jueves, 25 de septiembre de 2008

III Capítulo de La primavera parecía eterna

III Capítulo de La primavera parecía eterna

La primavera parecía eterna
y cuando la noche desparramó sus alas cetrinas
se recostó en su morada,
quedando en un profundo sueño
y se remontó a los sitios sin dueño,
para ver la solitaria tierra,
y al hombre desplazado y atemorizado.
caminando errante como Ulises.

La primavera parecía eterna
y en sus sueños divisó otro planeta
donde veía que al ser humano
se lo valoraba como la principal joya del mundo;
y todos tos hombres sembraban la tierra fértil;
unos araban, otros ordeñaban el ganado,
otros sembraban la semilla productiva;
todos eran arquitectos de sus propias vidas,
sin pretender ser panegíricos.

La primavera parecía eterna
y vio que en el planeta tierra,
los hombres eran expertos en encontrar problemas a las soluciones;
erraban continuamente en sus proyectos
como si no existiera la memoria
para poder fabricar la bonanza
que añoraban en diatribas,
o sin poder encontrar el hilo a la madeja
que se volvía en embrollo.

La primavera parecía eterna
y en aquel planeta vio
que no eran aburridos
porque el ruido de los niños era alegre;
y sus padres tenían buenos humores
mientras trabajaban sus respectivos oficios
que los harían más honestos,
construyendo su carácter y talante
para jamás olvidar y ampliar el capital humano.

La primavera parecía eterna
y en el globo terráqueo vio
que se expandía la iniquidad;
con el polo norte con modernidad
y el polo sur con el más irreal regazo;
los más osados tomaban tierras,
mataban humanos como ganado
y se humillaban como sarna
y nadie se hizo responsable de lo que violó.


La primavera parecía eterna
y en el planeta tierra
los hombres que fallaban en la siembra del poder
los enviaban sus semejantes a explorar otros planetas;
pero los otros planetas lo rechazaban porque en aquel planeta
no aceptaban fabricantes de fechorías
y de tanto cavilar y cavilar el hombre en la luna
sus sesos explotaban
y de esta forma no germinar en otros planetas.

La primavera parecía eterna
y vio en aquel planeta
que el estado protegía, educaba,
a cada uno de sus habitantes;
para que estudiaran la ciencia del saber,
y poner fin a los males de la humanidad
y de esta forma la bravura de la naturaleza
con el esplendor del capital humano
la primavera parecía eterna.


José Ignacio Samacá Hernández
Buenos Aires 25 de Septiembre de 2008