sábado, 19 de diciembre de 2009

La silla del rey guayacán

La silla del rey guayacán

La silla del rey guayacán
que se apoya erguida como un asta,
está apoyada sobre una montaña
de muertos inocentes;
de guerreros descuartizados y desmembrados
por una ola de odios y poderes;
por una siembra de comunidades indígenas y campesinos
que cultivan las tierras abandonadas.

Esa silla está hecha con patas de huesos humanos
y los brazos son de tibias y antebrazos;
la sentadera es de piel humana,
y el espaldar de costillas y omóplatos
que sostienen la sentadera y espalda del rey,
bebiendo vino en jarrón de oro
sin preocuparse de su pueblo herido.

En esa montaña de muertos,
cada uno de los fallecidos,
llevan en sus manos encrespadas por el horror
el pan o fruta
que no pudieron llevar a su boca.

En esas caras petrificadas por el dolor
hay niños, ancianos y jóvenes
que perdieron su sangre por una madre,
por un hijo y por un padre;
tratando de vivir una vida humana
sin rencores ni temores,
para no tener que desplazarse a otro mundo.

Pero de repente
el Cóndor de los Andes
que lo ha visto todo,
se desplaza indignado hacía la montaña,
y con una sola ala de su envergadura
corta desde su base la montaña
y se desmorona esa cima,
incluido el rey guayacán
como si fuera una simple arena
arrastrada por el mar
y todo se convierte en abono
para que la tierra produzca
la naturaleza verde y fértil y sin erosión.

Buenos Aires 19 de 2009
José Ignacio Samacá Hernández